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La gente está abatida. La gente está indignada. En Europa y Estados Unidos se habla de pánico económico. El modelo está fallando. No es la primera vez. Hay que salvar a los bancos de la crisis. ¿Y al ciudadano indefenso, amenazado de alza de impuestos, quién lo salva? La gente de repente parece abrir los ojos, despertar. En otras latitudes ya se habla de pánico político. ¿Quién lo habría pensado? La gente se toma Wall Street. Es como que aquí se tomaran los alrededores de la Bolsa de Comercio.
¿Pánico político? La gente despierta es peligrosa. ¿Los políticos en tela de juicio? El hombre despierto puede darse cuenta del engaño, de la manipulación a que ha sido sometida. Al mundo económico, al mundo político, más le sirve la gente dormida. Los sonámbulos compran todo lo que se les vende. Los sonámbulos votan por la cara más bonita. Hay para todos los gustos. Y se quedan satisfechos con su compra y orgullosos de su elección.
Más que nunca en tiempos tormentosos, necesitamos políticos de excepción, que se empinen sobre la politiquería de los intereses creados. Hammarskjöld tiene varios mensajes para el auténtico estadista, el que está por encima del cálculo a corto plazo, del cálculo egoísta, material, electoral.
“No vigiles cada uno de tus pasos: sólo quien mira a lo lejos encuentra el camino”. Les dice que no sean cortos de vista, que tengan metas más altas, que sean más atrevidos. Y luego se los repite: “No midas jamás la altura de la montaña antes de alcanzar su cima. Entonces verás lo baja que era”. Y agrega más adelante: “Sólo tus propias fuerzas son la medida de las exigencias de la vida. Y tu sola proeza, no haber desertado.”
¿Desertan los políticos? Lo que sé es que no quieren despertar. Los que debieran estar más alertas. Ellos leen mucho los diarios y escuchan demasiado las noticias. Por ello es que están desinformados, a mí me parece. Y los toma de sorpresa el hombre indignado, el hombre abatido. El hombre estafado, a quien los políticos le han prometido más de lo que están en condiciones de cumplir. El hombre los asusta que de pronto intuye la verdad, que adivina el rostro detrás del antifaz y lo que hay detrás de la mentira. ¿Democracia? ¿Gobierno del pueblo? Es que están dormidos los políticos. Todo es culpa de los del otro bando, se imaginan.
Dag Hammarskjöld les llama la atención: No sean como “los hombres sin metas, que fluyen en riada por las aceras grises de las calles -…- átomos cuya radiación se ha extinguido y cuya energía ha encerrado su anillo circular en torno de la nada”. Bueno, la verdad es que muchas de estas cosas no las dice tan solo a los políticos; nos las dice a todos.
Pero hoy nuestro tema es el creciente pánico de los políticos que no quieren despertar. Que ya se imaginan el escenario de una elección sin electores. En Chile aprobaron una reforma constitucional para hacer voluntario el sufragio, pero luego no se atreven a transformarla en ley. ¿Por qué? Porque le tienen mucho miedo a una elección sin votantes, ellos que sueñan que son representantes del pueblo. Y quieren mantenerse en esa posición. Para seguir viviendo de las encuestas, de las estadísticas, de los votos en la próxima elección, de las mayorías. Y se amparan en la voz del pueblo, un pueblo que está un poco más dormido que ellos, mayoría domesticada por la promesa y la propaganda; y en la voz de las urnas, que son para los muertos; y en la voz del partido.
Pues bien, Hammarskjöld, el político, el estadista, les dice: “A lo que debes atreverte: a ser tú mismo. Lo que podrías ganar: que la grandeza de la vida se reflejara en ti según la medida de tu pureza”. Lo que se debe buscar: “La luz victoriosa” que aureola al “hombre de buena voluntad, la dulzura de su espíritu”. Esquivar la impudicia del orgullo. Yo imagino que quiere decirles a quienes ejercen las más altas funciones públicas que no sean tan obedientes. Que no escuchen demasiado a los que tienen el poder efectivo, los dueños de esto y aquello, los dueños del partido, los que tienen las armas, los que ordenan el espíritu.
Pero el político es ingenuo, creyendo ser astuto. Es muy simple. Vive del discurso. Del aplauso de los que están obligados a aplaudir. Del aplauso de las multitud. Y en el discurso se emborracha y en el aplauso. En el apretón de manos, en el beso y el abrazo. En el éxito y en la celebración le parece realizarse. Hammarskjöld les dice, nos dice, sentencias duras y sabias: “No permitir jamás que el éxito oculte su vanidad, el trabajo su inanidad, la vida laboriosa su soledad. Y conservar así la fuerza que nos lleva más lejos -…-“. Y luego pregunta: ¿No es el vacío que se crea cuando cesa la algazara, la justa recompensa de un día dedicado a impedir que los demás te desatiendan?”.
“Sólo es digno de su poder quien diariamente lo justifica”. Este pensamiento, tantas veces expresado y ahora repetido por quien cree en él, es el más comprehensivo de todos. Dag Hammarskjöld se compadece de “lo que hay de raquítico en un hombre lleno de poder”. Pero también es capaz de sentir admiración por “el poder de quien se ha desarrollado”.
Pánico económico. Pánico político. La credibilidad de las instituciones tambalea. La usura tirita y no de frío. Ezra Pound se sonríe. Necesitamos estadistas de otra estatura. El hombre se siente vacío. Se siente engañado. ¿Si ello pudiera significar una esperanza? ¿Un renacimiento en otra dirección?
Algo, con todo, está claro. La crisis mundial es una estupenda oportunidad para que los políticos de todas las latitudes demuestren su genio, en especial su genio político económico.
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Oct 18, 2011 @ 09:55:07
Estimadísimo Lino:
Gracias por la entrada. Aunque tengo una mala noticia: nada va a cambiar. Toda esta decadencia va a ser superada; a las instituciones las van a salvar; las economías volverán a ser prósperas porque detrás de ellas se pondrán nuevamente los poderosos. Los gobiernos se renovarán y llegarán a ellos los que ahora los combaten. Tu me preguntarás, entonces cómo puede ser esto una mala noticia. Es que la verdad permanecerá oculta; los ciclos históricos son precisamente eso: ciclos, reiterativos hasta la eternidad. Habrán muchos desencantados en el trayecto, y ellos cerrarán sus bocas y volverán a sus casas cuando los sistemas les hagan creer que han sido considerados e incluidos. Pero todo eso es “del César”, y es él quien estará detrás, bajo la forma de muchos césares. Cuando la retórica es materialista, peor aún cuando se la reviste de espiritualidad, la verdad es que no hay salida. Los poderosos ahora son unos, mañana serán otros; sólo basta que los que hoy protestan sean mañana poderosos, y entonces se callarán. Cómo lo lograrán, cómo se pondrán en la vereda de los que ahora mandan, es simple: creerán haber ganado la materia que ahora demandan. Lino, no les creo a los que ahora denuncian, serán después los denunciados, y así en las espirales de los tiempos humanos. No veo líderes que hablen del espíritu, no hay nuevos sermones dados en montañas. Si reviso el magnífico discurso de Cristo en ese monte de Palestina, no encuentro nada allí que tenga cabida en las denuncias de hoy. Ellos caerán dominados por el príncipe de este mundo.
Ahora sólo nos queda esperar la intervención de nuestro Padre: el ser humano perdió su oportunidad; no transitó el camino que nos mostró nuestro Hermano y sólo dio al Cesar lo que es de él.
Pero hay los que se ponen fuera de la materia, y por ahora observan los fenónemos y no les creen. Ellos saben que la salida está en el espíritu, que no es de este mundo, por qué entonces empeñarse en hacer de este mundo lo mismo, porque mejorarlo no se podrá. Eso es imposible porque se basa en la materia que se corrompe, que se demanda y que cada vez que se pide, siempre hay alguien dispuesto a defender lo que otro pide. Es el conflicto, tan ajeno al amor que originalmente contenía todas las directrices para vivir en la comunidad celestial.
Un abrazo en XTO.
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Oct 18, 2011 @ 11:15:46
Acuérdate, Carlos, que la humanidad es muy joven. Compara los años del cosmos con los del hombre. De pronto, todavía conservo la esperanza, aunque sea para mejorar un poco a los pobres y tristes hombres de nuestros días, más tristes y pobres mientras más poderosos. Me preocupan los que tienen hambre de pan, pero más los hambrientos de espíritu y sedientos del agua de la vida. Claro, algunos no lo han notado, porque siguen durmiendo y sueñan que están de lo más bien.
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