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La entrada del 24 de enero pasado estuvo dedicada a aquella famosa meditación poética de Chuang-Tze (369-290 a.C.), sobre el sueño en que fue una mariposa: https://todoelorodelmundo.wordpress.com/2012/01/24/just-a-poem-by-chuang-tzu-i-dreamed-i-was-a-butterfly/ . Allí se sirve el gran maestro taoísta del medio estético y literario para explorar con gran profundidad y economía el motivo de la impermanencia de las cosas en el devenir del universo que fluye en constante mutación ante el hombre cuyo sentidos aún no despiertos son incapaces de apreciar, o siquiera de intuir, el absoluto que todo lo impregna y a todo da sentido.
Chuang-Tze, Li Bai, China y el Tao
16/02/2012
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Alrededor de un milenio después, Li Bai (701-762), tal vez el más importante de todos los poetas chinos, recuerda el motivo del sueño de Chuang-Tze, revelando al hacerlo su modo de ver el mundo, también significativamente influido por el taoísmo. A pesar de que el recurso de hacer referencia a un precedente literario, sin mencionarlo y dejando al lector la tarea de identificarlo, era común en la literatura clásica china, en este caso la alusión a la mariposa de Chuang-Tze, es expresa:
Zhuang Zhou soñó una mariposa,
la mariposa era Zhuang Zhou.
Si un solo cuerpo se transmuta,
todas las cosas son cambiantes.
Se sabe que el mar de Penglai
alguna vez fue claro arroyo.
El melonero de Qingmen
antes fue marqués de Dongling.
Así son riquezas y honores.
¿En pos de qué nos afanamos?
La pregunta final, que Chuang-Tze tal vez habría formulado en tono más irónico y sutil, la contesta muy claramente la China actual. Se afana hacia lo alto. Es el deseo de sus dirigentes, al parecer extraña especie híbrida de confucianos y marxistas con unos toques capitalistas al estilo occidental.
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No falta el que sigue pensando a los valores orientales como una suerte de reserva espiritual para el resto del mundo. Tampoco el que prefiere no soñar imposibles. En todo caso, a los chinos comunes y corrientes no los veo demasiado felices transitando entre esas espantosas torres de hojalata o trabajando en su interior, entregando a ciegas o a la fuerza sus energías humanas en aras del puro crecimiento y del aplastamiento espiritual.
El Tao no se haya a la vista. Pero ello es lo normal. Inefable. Imperceptible. Ilimitado. Permanente. Aunque fuera del alcance del durmiente y del profano. Que sueña en las alturas de la Torre de Babel.
© 2012 Lino Altaner