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Imposible alianza, se podría decir a primera vista, la de la razón científica con el espíritu místico.
El físico Wolfgang Pauli (1900-1958), hombre de excepcional brillantez intelectual y de una rigurosidad lógica a toda prueba, la creía, con todo posible, en el campo de su disciplina. Más aún, tenía él la poderosa intuición de que para alcanzar su máximo desarrollo, la tarea del físico no podía sino desarrollarse en compañía del espíritu inasible, de la energía escondida en la hondura del alma, tal vez en la inefable realidad en que viven las figuras arquetípicas del inconsciente. También lo perturbaba la cerrazón de la ciencia a interesarse por las cosas escondidas, por lo misterioso que se halla más allá de las apariencias. La posición de Pauli no es, con todo, excepcional entre los físicos modernos. Sobre la presencia necesaria de la intuición y de la visión mística en el desarrollo de la investigación epistemológica se han pronunciado también en forma positiva científicos tan importantes como Heisenberg, Planck, Eddington y Einstein, entre otros.
En esta oportunidad, sólo diré unas palabras sobre el pensamiento de Pauli, quien obtuvo el Premio Nobel de Física en 1945, por sus contribuciones científicas.
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Tenía Pauli, a juicio de su colega Werner Heisenberg, una importante virtud: la de compatibilizar una rigurosidad crítica y un marcado escepticismo, con un profundo interés intelectual por las áreas más oscuras de la realidad, aquéllas que escapan a los sentidos y a la razón, y por los insondables abismos de la mente y del alma humana. Así, pues, la penetrante claridad y minuciosidad de las formulaciones que planteaba con respecto a los problemas físicos, se veía agudizada por su persistente atención por procesos creativos espirituales para los cuales todavía no se ha hallado una explicación racional. Por otra parte, era Pauli tan escéptico que llegó a volverse escéptico de su propio escepticismo. Como resultado de ello se decidió a profundizar en el estudio de los factores del proceso cognitivo que preceden a una comprensión racional profunda.
Y así llegó, por ejemplo, a proponer la necesidad de moderar las concepciones puramente empiristas y materialistas del método de investigación, para hacer énfasis en la importancia de la intuición y del manejo de la atención en la estructuración de los conceptos e ideas -no necesariamente arraigados en la pura experiencia- necesarios para expresar una teoría científica.
Se convenció de la incapacidad de la pura lógica para explicar la relaciones entre las percepciones sensoriales y los conceptos teóricos, y relacionó con esa incapacidad el postulado de que en el cosmos existe un orden distinto al que muestran las apariencias, y que tal orden escapa a nuestras capacidades racionales ordinarias. Tanto lo que se conoce por la percepción como lo que es accesible por medio del espíritu, ambos campos están sujetos a un orden objetivo. Así, pues el científico no ha de quedarse en la indagación de lo sensorialmente perceptible. Debe intentar avanzar más allá, para indagar en lo que reside tras las apariencias físicas, tal vez para darles sentido pleno.
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Un dato importante para entender a Pauli concierne a su relación con Carl Gustav Jung, el psicólogo suizo, que tan profundamente se ocupó de la influencia en la mente y en la acción humana de las imágenes primigenias o arquetipos residentes no en la conciencia sino en la región inconsciente del alma, y que no son formulables plenamente en términos racionales. Se trata de ‘imágenes dotadas de un poderoso contenido emocional y que no brotan a través del pensamiento, sino que son contempladas, por decirlo así, imaginativamente’.
La Idea platónica, reformulada por el neo-platonismo, resurge de alguna manera en el pensamiento de Pauli. Según él, el placer experimentado al acceder a un conocimiento significativo determinado deriva, precisamente, de su conformidad con las imágenes preexistentes en su inconsciente, esto es, de la correspondencia de un objeto o de su comportamiento con la realidad de las Ideas.
Una etapa importante del pensamiento de Pauli es la que se desarrolla paralelamente al análisis que realiza, en compañía de Jung, de la obra de Johannes Kepler (1571-1630), el matemático y astrónomo alemán a quien se puede atribuir en gran medida la transformación de la astronomía, entonces todavía enrraizada en la antigua tradición cosmológica, en una disciplina del campo de la física matemática. Convertido a la teoría heliocéntrica copernicana, Kepler era un convencido de que Dios había creado el mundo conforme a un orden susceptible de ser entendido por la luz de la razón. Orden que se podía representar simbólicamente, a su entender, como un movimiento dirigido desde el centro de una esfera hacia la superficie externa por unas conexiones uniformes entre el punto central y todo el espacio alrededor, en el cual veía una analogía con la idea de la Trinidad. Es el símbolo de la Creación que, aunque de modo imperfecto, se hace presente en el mundo físico: ‘el sol en el centro de todo el sistema planetario, rodeado por los cuerpos celestes’, en armonía precisamente con el heliocentrismo.
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Sobre esa base era Pauli de la convicción que el convencimiento de Kepler en la verdad del sistema copernicano derivaba tal vez en mayor medida de la aludida correspondencia simbólica y arquetípica que en los datos experimentales coincidentes. Y sostenía que la ciencia contemporánea surge precisamente de una fenomenología similar. Pues, análogamente, decía,
la mente parece moverse a partir de un centro interior hacia afuera, por un movimiento como de extraversión hacia el mundo físico, en donde se supone que todo sucede de modo automático, de manera que se diría que el espíritu abarca serenamente al mundo físico con sus Ideas’.
¿No podría decirse tal vez, en el espíritu de Pauli, que la mente serena, metódicamente disciplinada, va encontrando en la realidad externa la conformidad con las preconcepciones arquetípicas o Ideas que en la profundidad esperan a ser traídas a la luz?
Esta es una de las contribuciones del matemático alemán.
La otra dice relación con las posibilidades de la ciencia futura, una vez despojada del excesivo empirismo positivista que se inclinaba decididamente a excluir de su campo investigativo todo lo relativo al alma, al espíritu, a lo escondido detrás de las apariencias físicas externas.
Veremos en nuestra entrada próxima como en el pensamiento de Wolfgang Pauli pugnan por conciliarse, entre otras, las formulaciones filosóficas del idealismo platónico -originalmente orientado a la unidad entre materia y espíritu- y la alquimia medieval -según la cual en el seno de la materia habita el espíritu a la espera de ser liberado- con los avances de la epistemología, de la psicología y de las ciencias en general, orientadas ahora vez por unos postulados que no excluyan la razonable cabida en la investigación a las cosas del espíritu, a las realidad anímicas.
Al misterio. A lo instrumentalmente imperceptible.
Al campo en que se hacen presente las visiones e intuiciones místicas.
Oct 17, 2012 @ 23:03:28
Hola Lino, pasaba por aquí de casualidad y decidí venir a saludarte, el artículo está fantástico y me llamó la atención porque por medio de la lógica puede uno mantener sus conceptos o sus principios y actuar en consecuencia sin sentir que puedas estar equivocado en una determinada cuestión.
Pero lo que me encantó es que este hombre dudara de su escepticismo siendo tan escéptico, pero analizándolo eso es completamente lógico.
Gracias, hiciste trabajar este cerebrito que anda medio enmohecido, hasta luego.
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Oct 17, 2012 @ 23:18:02
Maravilloso aporte, Lino. Nutre, despeja incógnitas, explica. Un abrazo. LOBIGUS
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Oct 18, 2012 @ 09:23:34
Si buscamos una forma de unificar el pensamiento científico, analítico y que se sustenta en una comprobación reiterada de forma empírica, con los pensamientos que nos llevan a las realidades espirituales, tal vez en la experiencia mística esté la respuesta. Habrá una experiencia mística cuando el ser humano, enfrentado a lo que cree inefable, se compruebe en sí mismo como un eslabón más dentro de una cadena total. El asombro ante la naturaleza circundante, es una muestra mística de la unión con Dios; es la contemplación de un científico sabedor de que con sus propios pensamientos no podrá acceder a aquello que está detrás de todos los fenómenos aparentemente comprobables.
La realidad atómica es una constante en evolución, de eso no hay duda. Se complementa y descarta ella misma en una espiral infinita que se verifica mientras sigue haciéndose la creación. Teilhard de Chardin sostenía que el cambio morfológico de los seres vivos se hizo lento desde el mismo momento en que apareció el pensamiento, de allí que al surgir el pensamiento conjuntamente con el desarrollo del cerebro, pueda concluirse que el pensamiento finalmente tenga un objetivo claro: crear una conciencia, sea esta individual y/o colectiva. El nuevo impulso científico – al fracasar, aunque no se crea así, el afán de explicarlo todo con una mera comprobación de leyes físicas que se bastarían por sí mismas – debe tender, de forma consciente, a la comunión con Dios, que se identifica como aquella gran conciencia que está detrás de los fenómenos comprobables. Karl Rahner explica el universo a partir de una comunión con Dios, siendo el mundo natural, biológico y humano, no un mero escenario de la acción de Dios, sino que “el mismo es esa creación”. Toda la naturaleza, incluido por cierto el ser humano, es en Dios, aun siendo Él más que eso, porque está más allá de su propia naturaleza creada, es inamanente y trascendente.
Un abrazo Lino y que bueno que estés de vuelta.
Un abrazo en XTO.
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Oct 18, 2012 @ 11:11:47
Lindo. Dios y el hombre en el campo de la naturaleza. Todo lo que inquiete a nuestra conciencia sólo Dios no ayuda a actuar en forma lógica.
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Oct 19, 2012 @ 13:09:34
Toda forma de entendimiento lleva a un solo final, a la Unidad. No tiene importancia qué decidamos hacer con nuestra vida: si entender o sentir, porque ambos caminos confluyen… cuándo? en la infinidad, mientras, a Vivir lo que nos toca.
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Oct 21, 2012 @ 14:08:53
Una de las entradas que más me ha gustado, Lino. Aunque en muchos sentidos nuestros pensamientos difieren, e incluso creo que la mismísima inclusión de la idea de la Trinidad va en contra de la misma lógica con la que se trata de explicar al originador de la vida y la naturaleza del orden del universo (donde hay orden y diseño debe haber diseñador y pensamiento), en muchos puntos concuerdo con los datos que tan didácticamente nos entregas esta vez. Curiosamente, hoy he vuelto a publicar un cuento que he obsequiado a mis lectores en el que planteo de una manera literaria, pero con sencillez (eso espero) ideas similares a las que planteas aquí. Se trata del cuento “Escritura de café”. Con tu permiso guardaré el texto para releerlo, pues me parece una excelente clase de filosofía. Saludos desde Guatemala.
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